jueves, 25 de abril de 2013

"PARA ESCRIBIR" Por Mohamed Faitah "Siempre a remolque"



Siempre a remolque

 Nos hayamos inmersos en una profunda crisis global, que ha afectado a todas las economías sin excepción. Pero que no en todos los países se ha afrontado de la misma forma, y esta es la clave para entender porque en algunas zonas se esta capeando el temporal y en otras parece que nos encaminamos sin remedio hacia el abismo.

 Todos estamos de acuerdo: la crisis comenzó en EE.UU. con la caída de Lethman Brothers en septiembre de 2008, pero al caso de España hay que añadir una serie de particularidades que son las que han hecho que el panorama en nuestro país sea más incierto que otros escenarios.

 Para analizar la coyuntura actual hay que hacer un poco de retrospectiva sobre la historia política reciente de nuestro país:

 España ha estado sometida a una terrible dictadura durante más de tres décadas y cuyas características principales fueron represión, falta de libertad, pobreza, autarquismo... El nivel de desarrollo con respecto a la mayoría de los países europeos era precaria (a excepción de naciones como Portugal y Grecia, curiosamente también gobernados por regímenes dictatoriales).

  En 1975 España comienza un proceso de transición hacia la democracia, es en este periodo cuando se empiezan a tomar una serie de decisiones que en el contexto actual de crisis se han evidenciado como incorrectas. Como ejemplo claro de lo que estoy diciendo tenemos el texto constitucional. En España el dictador estuvo gobernando con bastante tranquilidad hasta el día de su muerte y el cambio de modelo no fue a través de una auténtica revolución popular como por ejemplo en Portugal. Estas dos situaciones antagónicas están claramente plasmadas en el espíritu de cada uno de los textos constitucionales, no hay más que leer los títulos preliminares para entender esto. De hecho en nuestro país la monarquía fue el deseo de Franco y no del conjunto de los españoles, sin mencionar el hecho de que los poderes fácticos afines al régimen fueron acogidos sin ningún tipo de reparo por el nuevo modelo de estado, perpetuandose así en las esferas del poder económico y político hasta nuestros días.

  Otro punto clave es como se abordó el modelo autonómico. Se dieron una serie de concesiones a las regiones históricamente independentistas para apaciguar a las fuerzas nacionalistas lo que condujo a que el resto de territorios también se plantearan ir asumiendo competencias de autogobierno. Se transfirieron competencias a las comunidades autónomas pero no se doto a estas de fondos necesarios para las funciones que el estado les iba cediendo. La solución a esta carencia de financiación fue el endeudamiento y en esto las cajas de ahorro jugaron un papel decisivo (de este aspecto hablaremos con detenimiento más adelante). El resultado de todas estas concesiones por parte del Estado dio lugar a la conocida frase de 'café para todos'.  A todo esto hay que  añadir una ley electoral hecha a medida de los dos grandes partidos (PSOE y PP) y en las que los grupos políticos nacionalistas juegan un papel de peso a la hora de toma de decisiones.

   La tan deseada entrada en la UE es otro factor a tener en cuenta a la hora de analizar la situación de la crisis actual que padecemos. Bajo mi punto de vista fue una entrada precipitada y poco meditada, en la que nos plegamos a las condiciones de  intereses, pero no en beneficio del conjunto de países de la unión, si no más bien intereses de Alemania y en menor medida Francia.

  El que España entrara a formar parte de la unión (año 1.986) llevaba aparejada el cumplimiento de una serie de condiciones que implicaban entre otras cosas reorientar la actividad productiva para poder ser un país competitivo. Pero los sectores en los que debíamos invertir no eran áreas de valor añadido, porque estas ya las tenía Alemania (biotecnología, farmacéutica, industria automovilística, aeronáutica, etc.) y no estaba dispuesta a que nadie hiciera competencia a sus exportaciones, por lo que a España se le impuso el desmantelamiento  de la poca y anticuada industria que existía en aquella época y orientar su tejido productivo a sectores como el turismo, la construcción y a la mejora de infraestructuras como carreteras o la red ferroviaria, que curiosamente a quien más favorecía era a las exportaciones de productos alemanes.

  Esta situación de desequilibrio de poder a la hora de cerrar acuerdos en el seno de la Unión Europea vuelve a ser evidente en el tratado de Maastricht (1.993) en el que aprobaron medidas como la creación de una moneda única y el compromiso de control del déficit de los estados miembros de la unión monetaria (el déficit de los estados no podía superar el 3%, condición grabada a fuego para formar parte de la moneda única).

  Vale la pena destacar que durante los acuerdos de Maastricht el presidente de la comisión europeo en aquella época, un tal Jacques Delors ('La educación encierra un tesoro') argumentó que la construcción del Euro debía llevar aparejada una política social común si queríamos una verdadera unión. Esta propuesta se desestimo por el veto de dos personajes: el primer ministro inglés (John Major) heredero de las políticas de privatización salvaje llevadas a cavo por la señora Tatcher, postura a la que se unió un señor llamado Felipe González, presidente del gobierno español y supuestamente socialista.

  Tomando como partida esta situación no es de extrañar que la entrada de España en la moneda única se tradujera en que el recorte del déficit para alcanzar los objetivos de Maastricht fuera a costa de la merma en inversión social, que ya de por sí estaba bastante alejada de los países de la Europa de los quince a pesar de los grandes esfuerzos que el país llevaba haciendo desde la transición (esta misma receta es la que se está aplicando ahora por el gobierno de Rajoy como argumento para salir de la crisis).

  Otra de las claves para entender las peculiaridades de la crisis que azota a España es la burbuja inmobiliaria propiciada por la liberalización del suelo, acompañada de políticas fiscales como la supresión del impuesto del patrimonio, atractivos tipos de interés y otro tipo de degravaciones fiscales que no hacían otra cosa que aumentar la especulación inmobiliaria.

  Los bancos y cajas de ahorro pronto vieron un filón en el mundo del ladrillo y se lanzaron a conceder préstamos a diestro y siniestro sin ningún tipo de responsabilidad (a todo esto el Banco de España lo único que hacia era mirar a otro lado).

  El caso de las cajas merece una mención especial, ya que han ejercido un papel clave en la actual configuración del sector bancario. Las cajas se suponía eran fundaciones en las que no se respondía ante accionistas, destinadas a actuar en un ámbito regional, en pro de su desarrollo y cuyos beneficios se invertían en obra social (una obra social ahora más necesaria que nunca pero debido a que la práctica totalidad de las cajas ahora son bancos ha dejado de existir), pero cuando la corrupción y la política se instauró en sus consejos de administración con el único afán de lucrase con el 'boom' del ladrillo  estas se vieron abocadas a la quiebra, y de nuevo como siempre la solución que se dio a la situación, -que no era otra que la orgía de fusiones entre cajas y cajas o bancos y cajas- para lo único que ha servido es para monopolizar más aún el sector bancario. ¿Les suena la frase: hay bancos demasiado grandes para dejarlos caer? Pues ahora la frase cuenta con más argumentos que nunca.

  Grandes complejos inmobiliarios, centros comerciales, trenes de alta velocidad, obras públicas faroinicas, etc. Todo era posible, parecía que el flujo de dinero era ilimitado y en esto tienen mucho que ver los llamados fondos soberanos en los que el sector bancario español encontraba la financiación necesaria para seguir engordado de forma desmesurada la burbuja inmobiliaria (destacar que el origen de los fondos soberanos a los que España acudía para financiarse procedían de la banca germana).

  El resultado de toda esta serie de elementos es que hoy tenemos una tasa de paro del 27%, una constante precarización de las condiciones laborales, un sector inmobiliario colapsado y para el que no hay alternativa real (durante la burbuja la construcción suponía un 12% del PIB), de hecho nuestro único valor añadido a día de hoy es el sol, la generación más preparada que nuestro país ha tenido nunca y que se ve abocada al exilio, un progresivo desmantelamiento del Estado de Bienestar y una crisis institucional que requiere una regeneración a todos los niveles.

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